El ser humano por naturaleza piensa y siente. En ocasiones, vivimos emociones cuyo abanico es tan amplio y sus matices tan sutiles que es difícil saber cuántas diferentes podemos llegar a sentir. Aunque el psicólogo estadounidense Paul Ekman concluyó en su investigación que existen, al menos, seis emociones básicas universales. Y en 1995, el periodista y psicólogo Daniel Goleman en su libro "Inteligencia emocional" popularizó este concepto para referirse a la capacidad para reconocerlas, gestionarlas y potenciar unas buenas relaciones sociales. Y es que en ocasiones, las emociones fluyen, sin necesidad de que les prestemos demasiada atención. En otras, en cambio, nos pueden orientar en la toma de decisiones si aprendemos a gestionarlas para que hagan nuestra vida y las de los demás, un poco mejor.
Conexión cerebro-corazón
No sé si como escribe Gabriel García Márquez (Colombia, 1927 -2014, México), quien fue premio Nobel de Literatura en 1982, en la novela “El amor en tiempos de cólera” (1985): la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, ayudándonos a sobrellevar un pasado que tal vez no fue del todo agradable. El escritor y periodista escribía esto en un contexto literario y con cierto sentido metafórico, no científico, pero: ¿es capaz de eso la memoria del corazón?
Hoy se conserva el corazón, se da, se le tiene en los labios, se habla con
él en la mano; es duro o tierno; se quiere o se
aborrece con todo el corazón o con una parte de
él; se tiene o no se tiene [...] En suma, se usa tanto el corazón para todo, que en realidad no es extraño concluir no saber verdaderamente el papel que desempeña [...]
No solamente el pequeño saco musculoso de doble compartimento, que se llama corazón, es un motor que arroja la sangre en las venas y realiza con admirable regularidad un trabajo mecánico considerable, sino que es, además, un testigo incomparable de todas nuestras impresiones, y el confidente más seguro de todos nuestros pensamientos [...]
El fisiólogo francés M. Claudio Bernard fue el primero en demostrar en 1864, en una conferencia dada en la Sorbona (París, Francia), la dependencia del corazón y de los fenómenos psíquicos [...]
En efecto, el corazón está ligado al cerebro por un gran número de fibras nerviosas, verdaderos hilos telegráficos, de los cuales, los unos son los hilos de ida y trasmiten los telegramas del cerebro al corazón, y los otros los de retorno y llevan las noticias del corazón al cerebro".
(Extractos de "El corazón y cerebro", Revista Europea, 30 de agosto de 1874, Enrique de Parville, periodista y escritor francés: 1838-1909. Fuente: http://www.filosofia.org/rev/reu/1874/pdf/n027p278.pdf)
Desde el punto de vista de la ciencia, existen neuronas en el corazón y también en otros órganos del cuerpo, además de en el sistema nervioso (central y periférico). Sin embargo, el jefe de sección en servicio de Cardiología del Hospital Puerta de Hierro (Madrid) Javier Segovia, explicó en una entrevista para Antena 3 (13/2/2018) que la existencia de neuronas en este músculo cardíaco (unas 40.000) y en otros órganos, no implica que puedan ejercer funciones cerebrales. No obstante, la comunicación bidireccional entre el corazón y el cerebro es una realidad que la ciencia ha evidenciado.
Por su parte, el doctor Mario Alonso Puig, especialista en Cirugía General y Digestiva, ha apuntado en diversas ocasiones, como en su libro “Tus tres súper poderes” (2019) y en la entrevista para el diario digital El Comercio (21/11/18), que se puede hablar de que tenemos, al menos, tres cerebros: el corazón (al igual que Segovia apunta que tiene al menos unas 40.000 neuronas), el tubo digestivo (con unos 500 millones de neuronas según apunta Puig) y el cerebro propiamente dicho (formado por unas 100.000 millones de neuronas de 100.000 tipos distintos y entre las cuales se dan 100.000 billones de conexiones/sinapsis). Este cerebro está caracterizado por su neuroplasticidad, es decir, es capaz de reestructurarse formando nuevas conexiones o circuitos neuronales en función de las experiencias que vivimos, los hábitos que adoptamos y los aprendizajes, etc. Asimismo, en él se dan procesos de neurogénesis. En este sentido, Goleman apunta que se generan a diario diez mil células madre que se dividirán en dos. Una mitad seguirá creando células madre y la otra irá a la parte del cerebro en que sea necesaria, transformándose en la célula requerida y generando nuevas conexiones (p.74, 2013).
La conexión entre cerebro y el resto del sistema nervioso, el aparato digestivo, el corazón y otros órganos y sistemas es muy estrecha, interviniendo en esta relación hormonas y sustancias químicas que producen cambios físicos en el organismo.
Por ejemplo, el cortisol, cuya función principal es elevar la glucosa en sangre, es una hormona secretada en las glándulas suprarrenales (situadas en la parte superior de los riñones) y regulada por la hipófisis (situada en la base del cerebro) que, ante un estrés continuado (concretamente hablamos del distrés, ya que el eustrés se considera un tipo de estrés "positivo" asociado incluso a un buen rendimiento) puede alcanzar niveles altos y tener diferentes consecuencias para la salud. Entre ellas, los niveles altos y continuados de glucosa en sangre pueden llegar a desencadenar por ejemplo, resistencia a la insulina (Puig, 2019, p.61, libro: "Tus tres súper poderes"). Además, el doctor explicó en una entrevista (30/11/20), cómo el distrés continuado en el tiempo, puede afectar al sistema inmunitario, al aparato digestivo (colon irritable, diarreas, estreñimiento), entre otros.
Imagen recuperada de:
http://cerebroconductaprendizaje.blogspot.com/
El Sistema Nervioso Central (SNC) que recibe y envía información del resto del cuerpo a través del sistema nervioso periférico (SNP: nervios y ganglios nerviosos) está formado por el encéfalo y la médula espinal. El encéfalo a su vez incluye el cerebro, el cerebelo y el tronco del encéfalo (dividido a su vez en mesencéfalo, el puente de Varolio y el bulbo raquídeo)
Por el contrario, Puig recoge en su libro (2019, p.31) cómo hábitos saludables como son la práctica regular del ejercicio, se ha evidenciado que favorece la conexión entre los dos hemisferios cerebrales, la neuroplasticidad (mayor conectividad entre neuronas) en la región del hipocampo (importante para la memoria y el aprendizaje) y también en áreas del lóbulo frontal (relacionadas con la atención, la toma de decisiones...). Asimismo, añade que ayuda a prevenir enfermedades degenerativas como el Párkinson o el Alzhéimer y contrarresta la ansiedad, ya que reduce la actividad en las amígdalas relacionadas con respuestas de miedo y la ansiedad mencionada (Puig, 2019, p.32). Asimismo, durante el ejercicio físico se liberan hormonas relacionadas con la calma, el bienestar, el placer, como por ejemplo, las endorfinas y la serotonina.
Y no solo el ejercicio físico hace al organismo y al corazón más fuerte. El hecho de vivir una conexión emocional con otras personas, sentir compasión, colaborar, etc, activa el nervio vago (con origen en el bulbo raquídeo del encéfalo) que juega un papel fundamental en el mantenimiento de la función celular y la reparación de los tejidos (Puig, 2019, p.39). Y, además, el doctor Mario Alonso Puig recoge en el libro "¡Tómate un respiro!, Mindfulness, el arte de mantener la calma en medio de la tempestad" que muchas investigaciones han corroborado que cuando uno practica la compasión hacia otras personas, la variabilidad cardiaca (también influida por el funcionamiento del nervio vago) aumenta, lo cual se relaciona con un factor de protección para el corazón. La variabilidad cardíaca se explica en el libro como la diferencia entre el aumento de frecuencia cardiaca durante la inspiración y la disminución de esta frecuencia durante la espiración. Está claro entonces que una persona que siente afecto y conexión es una persona con un corazón más sano, en el doble sentido de la palabra...
Los recuerdos son importantes y también seguir adelante
Como seres humanos en nuestras vivencias contamos con emociones y pensamientos: “Es un error pensar que la cognición y las emociones son dos cosas totalmente separadas, es la misma área cerebral” (Daniel Goleman en entrevista con Eduardo Punset para el programa Redes, nº130, RTVE, 28/10/12). Enrique Rojas, en su libro Todo lo que tienes que saber sobre la vida (edición 2019) recuerda en unas pocas líneas, cómo a lo largo de la historia hemos llegado a este punto actual, en el cual se toman por importantes ambas partes, la emoción y la razón. Así, expone que en el s. XVIII la Ilustración entronizó o colocó en un lugar preferente todo aquello que tenía que ver con la razón. En cambio, en el s. XIX el Romanticismo dio paso a la exaltación de las pasiones y la emotividad. Más recientemente, a finales del s.XX se han intentado aunar de forma armónica ambos ingredientes (Rojas, 2020, p.87)
Retomando el comienzo, la memoria del corazón que García Márquez escribe con sentido simbólico y literario en su novela, desde el punto de vista científico, tendría mucho que ver también con el cerebro, donde se sitúan áreas relacionadas tanto con la memoria como con las emociones. Además, simbólicamente, en la cita literaria se habla de una memoria selectiva, con el fin de que nos quedemos con los buenos momentos y se puedan olvidar los desagradables. Sin embargo, ennuestra naturaleza humana, no todo son conductas voluntarias, seleccionadas conscientemente y a nuestra merced. Contamos con ciertos sistemas como el sistema nervioso autónomo (SNA) o vegetativo por ejemplo (en el que se diferencian el SN simpático y parasimpático), que regula las actividades involuntarias de nuestro organismo y ayuda a mantener el equilibrio interno. Y en este sistema intervienen diferentes estructuras. Por ejemplo, el hipotálamo (situado encima de la hipófisis o glándula pituitaria y debajo del tálamo), en contacto con las estructuras colindantes, libera algunas hormonas, conecta el sistema nervioso con el endocrino, regula aspectos como el apetito, la sed, la producción de orina, la temperatura corporal, interviene en las respuestas reflejas, también en las respuestas emocionales, entre otras funciones.
Y más concretamente, para la percepción del tiempo también hay algunas estructuras en nuestra naturaleza que funcionan (por suerte) sin necesidad de que nosotros/as intervengamos.
El investigador y Catedrático de Bioquímica de la Universidad de Oviedo Carlos López Otín en el libro “El sueño del tiempo” (1ª edición: noviembre 2020) escrito junto al biólogo y actual profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad París Descartes, Guido Kroemer, cita a una incipiente cronomedicina que ayude a recuperar las alteraciones relacionadas con los ritmos circadianos, esto es, nuestros relojes biológicos internos. Según explican los autores, este reloj circadiano se sitúa en una zona del cerebro llamada núcleo supraquiasmático, cerca de donde se cruzan los nervios ópticos de nuestros ojos (Otín y Kroemer, p.20, 2020) y del que emanan diversas señales que se relacionan con los ritmos metabólicos, digestivos, cardíacos, incluso emocionales (Otín y Kroemer, p.116, 2020). También se recogen nuevos descubrimientos relacionados con la existencia de relojes circadianos en el interior de las células que se relacionan a su vez con el del cerebro. Pero a veces ocurren daños cerebrales que derivan en alteraciones funcionales en estos ritmos y consecuentemente en patologías en la percepción del tiempo. Los investigadores nombran algunas de ellas relacionadas tanto con la ausencia de memoria (como la conocida enfermedad de Alzheimer que según los autores en la actualidad se estima afecta a unos cien millones de personas y aún no se ha encontrado la cura) como con la capacidad de no olvidar nunca nada, poseer una memoria casi infinita y recordar hasta el detalle más nimio. Incluso mencionan la imposibilidad que puede haber de imaginar o soñar con el futuro ligado a ciertas “enfermedades del tiempo”. Esto puede ocurrir si se daña de forma irreversible una de las zonas que intervienen en la construcción y evocación del recuerdo mencionada anteriormente: el hipocampo. Y escriben también que las patologías que arañan el alma, como la depresión, pueden hacer también que las personas vean reducida su capacidad para interesarse por su futuro, perdiendo así su sentido temporal y vital (Otín y Kroemer, p.20 y p.122, 2020).
Por otro lado, al margen de cualquier patología, desarrollar la capacidad de representación e imaginación requiere un proceso evolutivo desde que nacemos. De hecho, durante los primeros meses los bebés están completamente ligados a su entorno más inmediato y a las personas que hay en él (figura o figuras de apego) y no se perciben como identidad diferenciada del resto. Tomar consciencia de sí mismo/a o tener la capacidad para saber que un objeto sigue estando ahí aunque no lo veas (la llamada “permanencia del objeto”) son logros psicoevolutivos que van a permitir al niño/a ir adentrándose en las distintas etapas cognitivas. En el momento de su desarrollo en que su cerebro alcanza madurez para poder imaginar y representar objetos, personas, etc ya no solo existe lo inmediato, sino que también existe la capacidad para ir más allá de los sentidos y lo evidente. Para ir paralelamente conociéndose y tomando conciencia de sí mismo/a y del exterior. Además, irá pasando de una moral heterónoma a una autónoma. En la primera, las normas provienen del exterior, el niño/a aún no tiene la madurez suficiente para "gobernarse" a sí mismo/a, aunque es cierto que este aspecto de la inteligencia emocional (IE) se puede trabajar ya desde bien pequeños/as. En todo este proceso, tomará relevancia el ejemplo en los adultos y el entorno en el que se desarrolle. Pues, como decía Unamuno, la personalidad se desarrolla en contacto con otras personalidades. Y esta personalidad hace referencia tanto al temperamento, la parte más biológica, como al carácter, en el que las experiencias y las relaciones sociales influyen.
Luego, en base a las anteriores consideraciones, vivir olvidando si eso significa perder ciertas capacidades (entre ellas la memoria) no parece saludable. Recordar, pensar, reflexionar, relacionar, interpretar, son procesos propios del ser humano. Gracias a la memoria conservamos los recuerdos. Algunos desagradables y otros que tal vez no nos importaría volver a repetir. Todo junto, lo que nos alegra y lo que nos entristece nos ayuda además a irnos conociendo un poco más a nosotros/as mismos/as...
El catedrático español en Psiquiatría y director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas de Madrid (IEIP) Enrique Rojas en su último libro titulado “Todo lo que tienes que saber sobre la vida” (2019) habla de la madurez psicológica y afectiva que se deriva del conocimiento propio de uno mismo (que aclara es conocer cuáles son las potencialidades y también las limitaciones que cada uno/a tiene, lo que no maneja bien o desconoce), así como del equilibrio emocional y una buena armonía entre corazón y cabeza. También de la necesidad de saber gestionar los grandes asuntos de la vida y superar las heridas y traumas del pasado (p.11, 2019).
Daniel Goleman, por su parte, expone en la entrevista “Los beneficios de la inteligencia emocional para nuestros hijos” (El País, BBVA Aprendemos Juntos, 5/11/18) que una de las claves del éxito profesional y de la vida, es saber recuperarse de un fracaso y un contratiempo (resiliencia), pues la vida está llena de obstáculos. Pero lo importante apunta, es no dejar que eso te pare, aprender a seguir adelante, a cumplir las metas y objetivos. Y afirma:
“Una emoción tiene su propósito, pero luego termina y tienes que seguir adelante […] El problema viene cuando las emociones se vuelven muy fuertes, están muy fuera de lugar, son inapropiadas o duran mucho tiempo […] Es importante escuchar lo que dicen las emociones, su mensaje y asegurarse de que se pueden manejar” (Daniel Goleman, El País, BBVA Aprendemos Juntos, 5/11/18)
Ahí es donde entra en juego la inteligencia emocional.
“Equivocarse, si no aprendes de ello, no ayuda tanto”
(Daniel Goleman en entrevista: “Los beneficios de la inteligencia emocional para nuestros hijos”, El País, BBVA Aprendemos Juntos, 5/11/18)
Fue el psicólogo estadounidense Peter Salovey junto con John Mayer los que hablaron por primera vez del concepto de inteligencia emocional (IA) en un artículo en 1990. La definían como la capacidad para supervisar sentimientos y emociones de uno mismo/a y de los demás, discriminar entre ellos y usar esa información para orientar la acción y el pensamiento propio. Posteriormente, el concepto sería revisado y redefinido por el psicólogo Daniel Goleman (California, EEUU, 1946) en su libro publicado en 1995 “La inteligencia emocional” (“Emotional Intelligence”), con el que tomó auge. Desde entonces y hasta la actualidad, son diversas las investigaciones y modelos teóricos que se han hecho en este campo. No obstante, en el libro “El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos” (2013) de Daniel Goleman, se expone que la mayor parte de los modelos de IE distinguen cuatro esferas. Estas cuatro esferas están relacionadas al mismo tiempo con las inteligencias intrapersonal e interpersonal acuñadas por el psicólogo, profesor e investigador Howard Gardner (Pensilvania, EEUU, 1943) en su teoría de las inteligencias múltiples (modelo expuesto en 1983, actualmente se reconocen ocho Inteligencias múltiples).
AUTOCONCIENCIA
Relacionada con el conocimiento de nosotros mismos/as: nuestras emociones, sentimientos, lo que nos influye y cómo nos incluye, nuestras fortalezas y debilidades…
AUTOGESTIÓN-AUTORREGULACIÓN
Saber regular nuestra conducta y gestionarse, así como tomar buenas decisiones que nos lleven a cumplir metas. También tiene que ver con mostrar una actitud positiva y confianza en uno mismo/a para superar los contratiempos
CONCIENCIA SOCIAL- EMPATÍA
Ponerse en el lugar de los demás. Goleman habla de tres tipos de empatía: cognitiva (cómo piensa el otro), emocional (cómo siente el otro) y preocupación empática (si necesita ayuda hay una disposición a darla desinteresadamente y espontáneamente)
GESTIÓN DE RELACIONES
Tiene que ver con el desarrollo de habilidades sociales: saber escuchar, comunicar, colaborar y trabajar en equipo, influenciar positivamente, resolver conflictos, la asertividad, etc
Cuadro con información extraída del libro de Daniel Goleman: "El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos" (2013)
Emociones versus sentimientos y consideraciones desde la epigenética
Ya el naturalista inglés Charles Darwin (Reino Unido 1809-1882), además de investigar sobre la evolución biológica de las distintas especies, realizó estudios sobre las emociones de los seres humanos y de los animales. El libro “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre” (1872) da buena cuenta de ello. Más recientemente, el psicólogo estadounidense, quien también fue profesor de Psicología en la Universidad de San Francisco, California, Paul Ekman (Washington, 1934), ha afirmado que las investigaciones en el campo de las emociones y de las expresiones faciales que ha llevado a cabo durante varias décadas pueden aplicarse a campos muy diversos: desde la relación entre padres/madres e hijos/as hasta el mundo del entretenimiento y la animación o la psicología, pasando por procesos relacionados con la seguridad nacional (para aumentar la exactitud en las investigaciones por ejemplo) o en contextos médicos para evaluar en pacientes que están en riesgo de sufrir enfermedades coronarias. Asimismo, se han aplicado estos estudios en la detección de mentiras. De hecho, ha investigado profundamente las expresiones faciales (y microexpresiones), el lenguaje no verbal (también de las manos), algo que dice mucho sobre si una persona está o no mintiendo. Además, tras el estudio de diversas culturas, Ekman llegó a la conclusión de que había una serie de emociones básicas y universales. En concreto él apuntó seis: alegría, tristeza, enojo, sorpresa, miedo y asco. Aunque existen muchas más y el lenguaje nos permite matizar si es sorpresa o asombro, miedo o angustia, enojo o rabia o frustración... Incluso, a veces, puede pasar lo contrario, nos puede parecer que no encontramos palabras para describir lo que sentimos...
"El miedo no es malo, el problema es cuando la mente lo prolonga y activa mecanismos que genera un miedo exagerado"
(Mario Alonso Puig en una entrevista con Anne Igartiburu, Youtube, 30/11/2020)
El catedrático de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Carmelo Vázquez, expuso, en una de las conferencias pertenecientes al IV Congreso de Educación Emocional celebrado los días 15 y 16 de diciembre en Navarra en el año 2018, que, entre los asuntos no resueltos aún por la Psicología y la Neurociencia (recordemos que esta última se encarga del estudio del sistema nervioso de forma holística e interdisciplinar) está el saber cuántas emociones existen realmente.
Lo que sí se puede clarificar con más certeza es la diferencia entre emoción y sentimiento. En el caso de la emoción, la percibimos de manera más repentina, efervescente, inmediata. Sin embargo, el sentimiento lo entendemos como más profundo y sostenido en el tiempo, “más estable”. Enrique Rojas distingue en su libro entre las dos. Por un lado, habla de las emociones como estados de ánimo (etimológicamente del latín animus: alma y del griego ánemos: soplo) más breves e intensos que siempre se acompañan de un componente somático: pellizco gástrico, dificultad respiratoria... (Rojas, p.25, 2020). En la RAE la emoción se define como una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. En cuanto a los sentimientos, según RAE (segunda acepción) haría referencia al “estado afectivo del ánimo”, entendiendo por afectividad (segunda acepción) el conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona. Para el catedrático de Psiquiatría, los sentimientos son la forma más frecuente de vivir los afectos (según RAE afecto: “inclinado a alguien o algo”) de la vida cotidiana y nos aportan información de carácter pentadimensional, esto es: física, psicológica, social, cultural y espiritual (Rojas, p. 25, 2000).
Nuestro estado anímico además, puede incluso y, junto con otros factores propios del ambiente en el que vivimos y de los hábitos de vida que tenemos, fomentar o inhibir la activación de determinados genes. Así lo explica la doctora e investigadora Araceli Castillo, licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad de Málaga en la conferencia "Epigenética: mucho más que genes" (XII Edición Encuentros con la ciencia, enc_ciencia, 28/7/2015). La epigenética es la disciplina que estudia los mecanismos de expresión de los genes sin que haya modificaciones en la secuencia de ADN. Esta disciplina avala, que, aunque cada persona posee en el núcleo de sus células una combinación única de genes (secuencias de ADN con información para codificar una proteína) heredadas de los progenitores, esos genes pueden expresarse o no, activarse o no, en función también de factores externos, del medio en el que estemos, vivamos y experimentemos. De esta manera, como se sabe, el hecho de cuidar la alimentación, realizar ejercicio físico y combinarlo con períodos de descanso/relajación/meditación, cuidar nuestro diálogo interno, tener relaciones sociales sanas y estar en un entorno laboral agradable, dormir bien, escuchar música y realizar actividades que nos gusten o con las que contribuyamos al resto (altruismo, solidaridad), todo ello, va a tener una influencia a nivel bioquímico y biomolecular. De esta forma, a base de afianzar estos hábitos favorecemos que los genes que tienen información para crear proteínas favorecedoras de un buen estado interno se expresen y por el contra, otros queden “apagados”. Luego también aquí se aprecia una relación bidireccional. Por un lado, los genes tienen información para codificar proteínas que se expresarán o no en función de distintos factores. A su vez, estas proteínas codificadas, realizan funciones muy diversas en nuestro organismo: forman parte de distintos tejidos y también de algunos orgánulos y la doble membrana de las células (función estructural), del sistema inmune (función defensiva), actúan como enzimas para que tengan lugar distintas reacciones químicas en el organismo, etc.
Toma de decisiones, estructuras y conexiones cerebrales
Rojas afirma en su libro que los sentimientos son una base importante de nuestra existencia (p.86, 2019) y otros profesionales, como el neurocientífico portugués Antonio Damasio (1944, Lisboa, Portugal), apunta (aportación recogida por Goleman en su libro en base a un caso clínico) que para tomar una buena decisión, para poder elegir lo que creemos es mejor, tenemos que aplicar sentimientos a los pensamientos. Al mismo tiempo, Rojas afirma que la inteligencia y la voluntad permiten asesorar a los sentimientos (p.107, 2019). En relación con lo anterior, Mario Alonso Puig explica en una entrevista cómo la emoción tiene que fluir y la atención es preferible llevarla más que a la propia emoción, a la elección. Apunta así que la respuesta se haya en ese espacio entre lo que nos pasa y lo que hacemos con lo que nos pasa. Y es que conocernos a nosotros mismos/as servirá para saber qué es lo mejor que podemos hacer según cada circunstancia. A veces, podemos, por ejemplo, sentir pereza por realizar ejercicio físico o alguna tarea que sea necesario realizar (del hogar, trabajo...) Sin embargo, si nos dejamos llevar por la emoción sabemos que no estamos haciendo lo que hay que hacer. Por contra, en ocasiones, tomar decisiones solo desde el pensamiento, sin tener en cuenta los sentimientos o sin escuchar al cuerpo, puede no ser la mejor opción.
"Tienes que conocerte bien y esa es tu ancla"
(Valentín Fuster en el libro "El círculo de la motivación", 2013)
Esta relación bidireccional pensamientos-sentimientos/emociones es posible gracias a las conexiones entre las zonas más internas del cerebro (estructuras subcorticales) y las partes más externas, la conocida como corteza cerebral (formada por sustancia gris, es decir, por los cuerpos de las neuronas), que cuenta con dos hemisferios (derecho e izquierdo) en los que se pueden diferenciar a su vez en cada uno de ellos cuatro lóbulos: frontal, occipital, parietal y temporal. El hemisferio izquierdo está más relacionado con lo numérico y lo verbal, mientras que el derecho se relaciona con la imaginación, creatividad y la inteligencia espacial (Puig, 2019, p.31).
Imagen recuperada de: https://blogs.20minutos.es/yaestaellistoquetodolosabe/cuales-son-las-habilidades-que-se-desarrollan-en-cada-uno-de-los-hemisferios-de-nuestro-cerebro/
Estas conexiones entre la parte más externa y las estructuras se llevan a cabo a través de diversas fibras nerviosas situadas en una zona intermedia del cerebro y formadas por los axones o prolongaciones de las neuronas que transmiten los impulsos (y forman la conocida sustancia blanca). Estas fibras además, conectan no solo regiones corticales-subcorticales (externas-internas), sino también regiones entre los dos hemisferios que tenemos y distintas zonas dentro de un mismo hemisferio. Así, aunque las funciones ejecutivas relacionadas con la anticipación y planificación de tareas, la autorregulación y la toma de decisiones, entre otras, se sitúen en el lóbulo frontal de la corteza cerebral, los “recuerdos” emocionales almacenados y las reacciones emocionales se relacionan con las estructuras subcorticales: el sistema límbico y los ganglios basales (situados a ambos lados del tálamo y en torno al sistema límbico). Según Goleman, los centros límbicos son las principales zonas del cerebro dedicadas a las emociones y también halladas en otros mamíferos (p.16, 2013). En cuanto a los ganglios basales, el psicólogo apunta que es una estructura también muy primitiva (p.18, 2020) que cumple funciones importantes, ya que almacena sabiduría derivada de las decisiones y situaciones que vivimos. Estos ganglios están conectados con el córtex verbal por lo que estos circuitos permiten generar pensamientos y al mismo tiempo con el tracto gastrointestinal (las tripas), por lo que pueden darse reacciones viscerales.
Imagen recuperada de: https://www.psicoactiva.com/blog/sistema-limbico-anatomia-memoria-emociones/
Volviendo al sistema límbico, situado en zonas interiores del cerebro, es ahí donde se hallan también estructuras relacionadas con el procesamiento y la consolidación de la memoria, como el hipocampo que ya apuntaron Otín y Kroemer en su ensayo mencionado al comienzo. Así lo explica también la profesora del Grado de Psicología de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA), Laura Alonso, en uno de los vídeos relacionados con la organización interna y externa del cerebro (“La corteza cerebral”, 27/11/20, Youtube). Por ejemplo, dentro del sistema límbico se encuentran, además del hipocampo y el giro cingulado, involucradas en el procesamiento de datos y el almacenamiento-consolidación de los mismos (memoria a largo plazo), otras estructuras como el tálamo, el hipotálamo o las amígdalas. Estas últimas con forma y tamaño de almendras (una en cada hemisferio) que tienen que ver con las reacciones emocionales. Son el “centro principal del miedo” y se activan cuando percibimos una amenaza, preparándonos para sobrevivir y dar tres posibles respuestas (no hay tiempo para pensar): huida, ataque o bloqueo. Estas estructuras son las más primitivas, frente a la corteza cerebral, la parte más evolucionada del cerebro humano y la última en madurar. En relación a las amígdalas Goleman (p.20, 2013) habla del concepto de "secuestro amigdalar." Se refiere al control que toma la amígdala y que se escapa a nuestra voluntad. Esto puede ocurrir cuando estas estructuras detectan algo como amenaza o peligro y en un instante toman el mando de todo el cerebro, en especial del córtex prefrontal, de tal forma que no podemos concentrarnos en otra cosa que no sea el peligro en cuestión.
Como curiosidad, relacionada con los recuerdos, el olfato es el único sentido que impacta directamente en el sistema límbico, en vez de pasar la información hacia la corteza a través del tálamo (Fuente: unprofesor, "Qué es el sistema límbico", 25/7/19). De ahí que un olor nos despierte o evoque inmediatamente un recuerdo... Una flor, el olor a mar o sal, puede en un minuto hacernos viajar atrás en el tiempo.
Algunas propuestas que nos ayuden a ser más inteligentes emocionalmente
La mala noticia, como apunta el cardiólogo español, licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona, Valentín Fuster (Barcelona, 1943) en su libro "El círculo de la motivación" (2013) es que es imposible estar siempre arriba. Pero, la buena, es que siempre podemos volver a levantarnos y sobre todo, aprender a mantenernos, encontrar ese equilibrio emocional. Y también mantener, como apunta Fuster, la motivación por seguir adelante, por tomar parte activa en nuestra vida y nuestro estado de ánimo. La carrera profesional de Valentín Fuster le llevó a pasar por Liverpool y después por Edimburgo, hasta que finalmente se afianzó en EEUU, donde también vivió en varios lugares, regresando finalmente a uno de ellos: Nueva York. Allí es director médico (physician chief) del hospital Mount Sinai y su Centro de Cardiología. Además, en España, dirige el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid. Asimismo, ha publicado múltiples artículos científicos en revistas de impacto internacional y ha sido galardonado diversas veces, siendo nombrado Doctor Honoris Causa por diversas universidades. Su trabajo a lo largo de los años ha contribuido enormemente al campo de la medicina cardiovascular.
A lo largo del libro, el médico aporta algunas estrategias e ideas en base a su experiencia y extensa trayectoria que pueden orientar a las personas para alcanzar la madurez personal y para aportar beneficio a la sociedad. Dichas orientaciones se resumen en las cuatro "T" y las cuatro "A".
Mapas conceptuales con Infogram
Las cuatro "T" son tiempo diario para la reflexión, para pararse, organizarse, para pensar. Se podría aquí mencionar también el tiempo para relajarse, descansar, reponerse de la manera en que cada a cada uno le venga mejor.
En este sentido, Goleman afirmaba para la entrevista “Los beneficios de la inteligencia emocional para nuestros hijos” (5/11/18) que prefiere hablar de atención plena que de meditación y aclara: "la meditación es un término genérico y la atención plena es la adaptación de los métodos clásicos de la meditación". En su librillo "Iniciación al Mindulfness" basado en estudios científicos, se recoge que se ha encontrado que el entrenamiento de la atención plena fortalece la concentración y esta, a su vez, es la base para el aprendizaje. La habilidad para concentrarse en lo que quieres e ignorar las distracciones, que, según el psicólogo, es el mismo sistema que sirve para manejar las emociones.
“La meditación es solamente uno de los muchos métodos de relajación existentes; la clave está en encontrar uno que nos guste y practicarlo con frecuencia"
(Goleman, p.39, 2013)
Mario Alonso Puig también ha hecho aportaciones en el campo del Mindfulness, como las recogidas en el libro mencionado al comienzo: "¡Tómate un respiro! Mindfulness, el arte de mantener la calma" (2017). En esta publicación combina teoría y práctica, aportando evidencia científica. Recuerda además en él que la palabra mindulness es la traducción al inglés de "sati" que significa "prestar atención para ver las cosas tal como son" (2017, p.15).
"La fábrica de las preocupaciones". Pistade audio (no encontré solo el audio disponible) pertenecientes al CD relacionado con el cuento para niños/as: "Tranquilos y atentos como una rana" (para niños/as) de Eline Sneil, Editorial Kairós
Fuente del vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=bqLf5PXbHkA
"Meditación: el caballo" (Petit Bambou)
Fuente vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=kXrx-p6xKlc
"Reconectar con la naturaleza" con Elsa Punset
Fuente vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=qjmdLEpLHQU
"Relajación muscular de Jacobson y Oncoming Way"
con la psicóloga Patricia Ramírez
Fuente del vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=7pMdBfV5jbg
Además, del tiempo para reflexionar, la segunda T propuesta por Fuster se refiere al talento que cada persona tiene, sin excepción, y puede buscar y desarrollar, considerando el talento una gran fuente de riqueza y desarrollo. Resulta interesante la metáfora que utiliza del paraguas. En el centro del paraguas se situaría nuestro talento que otorga sentido a nuestra vida porque nos ayuda a crecer y a desarrollarnos. Al enfocarnos en él, pueden surgir alrededor (como si el paraguas se abriera) oportunidades relacionadas con ese talento. Aunque, en ocasiones, cuenta cómo ese paraguas se puede romper y nosotros/as debemos poder empezar de cero, retomar los sueños e ilusiones de otra manera, pero volviendo a recuperar nuestra ilusión. También está la T de Transmitir optimismo que, aunque dice, el estado de ánimo optimista tiene un componente también biológico, hay una parte importante que se puede aprender. En esta línea, Elsa Punset habla en la entrevista para la revista Elle (Enero 2020) sobre ser positivo, adoptar una actitud que nos permita encontrar la fuerza para seguir adelante en las circunstancias difíciles, sin negar las experiencias dolorosas. Fuster explica también la importancia de crear optimismo y de rodearse a su vez de personas con actitud positiva ante la vida porque, afirma, es un círculo contagioso. La deportista española, también diplomada en Fisioterapia, Teresa Perales (Zaragoza, 1975), quien cuenta con veintiséis medallas paralímpicas, acuña en su libro "La fuerza de un sueño" el concepto del "Espiralismo" que resume en: "cada ser humano puede crear su propia espiral de optimismo y felicidad" (p.56, 2014).
Fuster recoge además algunas de sus experiencias personales y algunos obstáculos que ha tenido que superar. En concreto, en el capítulo relacionado con la T de "Transmitir optimismo" habla de dificultades que todo el mundo nos podemos encontrar cuando comenzamos un proyecto o cuando estamos en el mundo laboral: envidias, competitividad mal entendida, problemas de ego y lucha de poder, falta de comprensión, los "dimes y diretes"... A lo cual podría cada cual seguir añadiendo lo que haya vivido como obstáculo en este sentido. De hecho, Fuster incluye un capítulo al final del libro con el nombre "Frenos del círculo". En él expone la importancia no solo de motivarnos a nosotros mismos/as por avanzar hacia un futuro mejor, sino también de hacer frente a los posibles obstáculos que restan fuerzas, entre ellas, personas que, con diferentes perfiles, en vez de contagiar optimismo (o permanecer neutros), buscan lo contrario. Incluso apunta que lamentablemente algunos ocupan cargos importantes. Es aquí donde el cardiólogo explica que es más necesario que nunca huir del ruido, centrarse en el trabajo de uno y seguir adelante, tomar distancia con esas personas en la medida de lo posible, ya que todo lo mencionado resta eficiencia y no aporta nada. También menciona la importancia no solo de transmitir optimismo y ayudar a los demás, al bien de la comunidad, sino también de apoyarnos en los que más nos quieren y dejarnos guiar por aquellos en quien confiamos en ciertos momentos. Esto enlaza con la última de las "T" referida a la tutoría. Define tutor o mentor como aquella persona, normalmente de más edad que nosostros/as que conoce nuestros puntos fuertes o débiles y nos aconseja y asesora (p.53, 2013). Explica su propia experiencia con el que considera fue su mentor, el médico Farreras Valentí: "me enseñó que es imposible ser un buen médico si no eres una persona con principios éticos [...] que establece una relación de confianza con el paciente y ello le lleva a entender sus inquietudes y respetar sus opiniones" (p.59, 2013). Al mismo tiempo, cuenta que ha tenido tutores y ha sido también tutor.
En cuanto a las cuatro "A" serían: actitud positiva, aceptación, autenticidad y altruismo. El altruismo no se explica en el libro como "grandes obras" solamente, sino, el cardiólogo alude también a esos gestos de ayuda desinteresada que damos y nos dan muchas veces nuestros más allegados. Muchas veces cuando damos ya estamos recibiendo a través de ese acto de dar (y mejorando la salud de nuestro corazón...) Todo porque, tal y como afirma: "Los seres humanos no estamos hechos para vivir solos". De hecho, somos seres sociales y esa, junto a la necesidad de afecto, es una necesidad esencial desde que nacemos: "a todos/as los lectores desempleados que atraviesan momentos difíciles les puedo asegurar que si su pareja y su familia están junto a ellos son más ricos de lo que se imaginan" (Fuster, p.121, 2013).
Los ocho ámbitos propuestos, puestos un poquito en práctica, cada uno/a como pueda y a su manera, sin duda nos permitirán ser más inteligentes emocionalmente. Y, consecuentemente, vivir una vida más plena, teniendo en cuenta, parafraseando a Fuster, que una vida satisfactoria es una conquista cotidiana.
"[..] Se equivocan quienes creen que con una actitud individualista podrán navegar por las aguas de la crisis económica... ¿Creen que pueden ser felices en una sociedad que no valora la colaboración entre individuos? ¿Creen que un país donde no se fomenta el altruismo es sostenible y competitivo? [...] Efectivamente, lo que les diría a los que muestran cinismo es que soy altruista por conveniencia: no hay nada más conveniente que dar y recibir" (Valentín Fuster, 2013, p.111 y p.113)
En esa conquista cotidiana y vital, con todos sus matices, con las circunstancias que dependen de nosotros y las que no, con las emociones y recuerdos más agradables y los más desagradables, transcurre nuestra vida, una vida de la cual somos responsables. Responsabilidad alude precisamente a "la capacidad de respuesta". Respuesta con inteligencia emocional para hacer frente al hoy y al mañana, confiando, como decía Antonio Machado en que "hoy es siempre todavía". Y, así, poder sentir y afirmar con el corazón y el cerebro en "buena onda" que, como suspiraba uno de los personajes (el protagonista en “El coronel no tiene quién le escriba”, 1961) de Gabriel García Márquez en otra de sus novelas: “La vida es la cosa mejor que se ha inventado”.