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26/11/2024

Cuando Ítaca calla

Artículo de opinión

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    El debate en torno a cuestiones relacionadas con la vida y obra del poeta griego Homero ha generado diversidad de interpretaciones, hipótesis y hasta leyendas. A pesar de ello, parece generalizada la idea de que fue él quien escribió los poemas épicos de la Ilíada y la Odisea llenos de aventuras, en los que aparece la mítica guerra de Troya o las peripecias de Ulises rumbo a Ítaca. 

   Por un lado, hay información que parece apuntar que las escribió tal vez a partir de relatos orales que pasaban de generación en generación antes de que el poeta naciese (¿Cuándo escribió Homero la Odisea y la Ilíada? RTVE, 19/10/12). Aunque no es este el pensamiento del historiador británico Robin Lane Fox, quien en uno de sus libros plasma sus interpretaciones, tal y como recoge el diario La Razón ("Homero no era ciego, la Ilíada fue dictada y el asedio a Troya no existió", por Javier Ors, 15/11/24). Este historiador aboga que Homero sí es el autor de la Ilíada (salvo el canto número diez de los veinticuatro que conforman la obra). Piensa también que vivió en torno al s.VIII a.C. y no al VII a.C., como se afirma en otras fuentes.

»Cuando Circe notó que yo seguía quieto, sin echar mano a los manjares, y abrumado por fuerte pesar, se vino a mi lado y me habló con estas aladas palabras:

«¿Por qué, Ulises, permaneces así, como un mudo, y consumes tu ánimo, sin tocar la comida ni la bebida? Sospechas que haya algún engaño y has de desechar todo temor, pues ya te presté solemne juramento.»

»Así se expresó; y le repuse diciendo: «¡Oh Circe! ¿Cuál varón, que fuese razonable, osara probar la comida y la bebida antes de libertar a los compañeros y contemplarlos con sus propios ojos? Si me invitas de buen grado a beber y a comer, suelta mis fieles amigos para que con mis ojos pueda verlos.»

»Cuando Circe notó que yo seguía quieto, sin echar mano a los manjares, y abrumado por fuerte pesar, se vino a mi lado y me habló con estas aladas palabras:

«¿Por qué, Ulises, permaneces así, como un mudo, y consumes tu ánimo, sin tocar la comida ni la bebida? Sospechas que haya algún engaño y has de desechar todo temor, pues ya te presté solemne juramento.»

»Así se expresó; y le repuse diciendo: «¡Oh Circe! ¿Cuál varón, que fuese razonable, osara probar la comida y la bebida antes de libertar a los compañeros y contemplarlos con sus propios ojos? Si me invitas de buen grado a beber y a comer, suelta mis fieles amigos para que con mis ojos pueda verlos.»

   Lo que sí parece más contrastado y tener mayor consenso, es que el poeta egipcio-griego Constantino Cavafis (1836-1933) escribió en 1911 el poema titulado "Ítaca" -aunque escribió más de doscientos-.



Extractos extraídos de:
Constantino Cavafis - Revista Altazor


   Curiosamente, "Ítaca" contrasta con otro de sus poemas, "Monotonía", donde la aventura y las experiencias parecen lejanas:



    Aparte de Cavafis, basta realizar una búsqueda sobre información más actual con el concepto "Ítaca" para que aparezcan multitud de referencias: "Bienvenido a Ítaca", "Partir de Ítaca", "El imposible regreso a Ítaca", "Ítaca y más allá"... en contextos además de los más variados: con afán divulgativo, literario, incluso metafórico, como es el caso del artículo de un docente de Educación Física titulado "La aventura de aprender. Relato autobiográfico del viaje a Ítaca de un docente reflexivo" (pdf). En él cuenta su propio proceso de transformación en el mundo laboral en base a su experiencia.

    Se puede concluir (opinando claro está) que hay tantas Ítacas como lugares, aventuras, personas. Tantas Ítacas como verdades, mentiras o silencios. Silencios atronadores (si se permite el oxímoron o figura retórica que junta palabras de significados opuestos)...

    Hay ocasiones en las que Ítaca no te ha engañado, como dice Cavafis, pero tampoco te ha contado la verdad. Ni siquiera se ha sentado a conversar. Sencillamente se ha callado. Te ha dejado caminar y llegar hasta el final y justo ahí se abre paso el silencio. Un silencio ensordecedor de más o menos tiempo en el que el camino no ha llegado a ningún sitio. A pesar del trabajo, a pesar de los pasos. Y vuelta a emprender rumbo. Hasta el siguiente silencio y el encuentro de lugares a los que se llega llenos de cosas pero vacíos. Porque Ítaca no tenía nada que ofrecer desde el principio.

  ¿Soluciones? Centrarse en el paso reconduciendo el rumbo puede ser una opción.

 Otra puede ser aprender a escuchar cuándo Ítaca se ha callado, antes de emprender de nuevo rumbo hacia ningún lugar.

Shhh... (onomatopeya de silencio ensordecedor)...