FRAGMENTO FICCIÓN/NARRATIVA
Él
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He decidido irme de vacaciones quince días. Parar por un momento. Lo único que se me ha ocurrido para salir del paso, mientras busco a alguien para ocupar el puesto que acaban de dejar. Lo cierto es que estos quince días la página web seguirá activa, pero pondré un aviso con retraso en la entrega de pedidos por vacaciones. También pondré un anuncio sobre el puesto de trabajo que necesito y el correo a donde pueden enviar el currículum. Es la primera vez que me tomo un período tan largo, solo espero que a la vuelta de los quince días mi buzón tenga el trabajador o la trabajadora apropiada para mi empresa.
Trato de convencerme de que es lo mejor para mí y para mi empresa y pensándolo bien, las necesito. Necesito despejar mi mente, saber en qué he fallado, si es que lo he hecho realmente, y sobre todo, soluciones, necesito tomar decisiones que me acerquen a solucionar el problema.
A unas malas volveré a ponerme yo solo en la gestión de todos los pedidos y en la promoción por redes sociales, pero tres años sin un parón me han dejado exhausto. Esto de ser autónomo tiene lo suyo, no sé por qué no hice caso a mis padres cuando decían que hiciera lo que hiciera, me acabase presentando a una oposición. Aunque es cierto que están muy orgullosos de mí, ahora me surgen dudas.
Me quedo ensimismado en mis pensamientos un rato, en realidad, no sé qué hacer con mis vacaciones: si irme a algún sitio, si quedarme aquí en la ciudad descansando o marcharme al pueblo a desconectar o, mejor dicho, a conectar con la naturaleza. Bendita medicina la naturaleza y el aire limpio. Todo el mundo debería tener un sitio en el que alejarse de las prisas, el ruido, la contaminación, la rutina… Eso sí es calidad de vida. Las ciudades deberían tener muchos lugares con naturaleza cerca, la vida en ellas sería mucho más saludable, más serena, más vida a fin de cuentas...
Ella
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Hacía tiempo que quería independizarme, pero no me llegaba el dinero. Supongo que a mi hermana no le importaba que viviera en su casa unos meses más, hasta que encontrara un trabajo mejor que el que tenía: trabajaba en una empresa a tiempo parcial como administrativa. No es que me disgustara el trabajo, pero la jefa era de esas personas que mucho saben pero carecen de habilidades sociales, esas facultades que se enmarcan dentro de lo que ahora llaman inteligencia emocional o soft skills. Y lo que de toda la vida se han llamado buenos modales y don de gentes. A veces, la palabrería da a entender que estamos ante algo inédito, cuando es lo de siempre en el fondo pero con un término más cool. No obstante, reconozco que las palabras ayudan a dar forma y visibilizar ciertas cuestiones. Desde luego, a esta señora el liderazgo no era la palabra que más le pegaba. Orden y mando y a correr.
Mi trabajo de administrativa además era bastante monótono. Entre eso y verle la cara de amargada todos los días a mi jefa… Y eso que he leído sobre cómo tratar con personas tóxicas. Otra palabra de moda. Antes lo calificábamos como mala educación, gente faltosa, sinvergüencería… En fin, habrá que actualizar el acervo lingüístico. El caso es que yo he intentado todo con esta mujer. Pero nada. No hay manera, es como tener que domar a una fiera. Prefiero mil veces domar a un caballo que a esta especie humana. Y además, no es esa mi labor. Menudo gasto de energía. Había leído también mucho sobre el perdón, la compasión… Pero seguía sin convencerme que los demás pudieran acampar a sus anchas y sin escrúpulos mientras una hace trabajo zen y respiraciones para aguantar el descrédito, la ingratitud, el narcisismo... Yo solo quería trabajar tranquila. Es increíble lo que cuesta a veces un poquito de tranquilidad. Me parecía que hasta podían rebajarme el sueldo un poco más a cambio de estar más tranquila en el trabajo. Si es que a veces no todo es el dinero. ¿Qué a veces? Muchas veces. Más si tienes a tu lado una persona que es como un virus y la medicina más potente es que no tenga ninguna función que se relacione contigo. Ya lo decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Y la señora jefa forma parte de ellas. Por desgracia. O por suerte, no se sabe. Recuerdo que una vez alguien me contó un cuento. Lo que en el momento parecía buena suerte, se convertía a la larga en mala y viceversa, así que: ¿Quién sabe? Lo que sí sé es que cada mañana me levanto queriendo volver a mi casa cuanto antes. Así que tengo que tomar parte en el asunto. Hacer algo para que mi situación mejore. Si es que además ya son muchas situaciones las que he intentado para buscar una solución sin irme y no ha habido manera, las he agotado todas. La única solución viable por el momento es tomarme un respiro, aunque la respuesta cuando se lo comunique a la susodicha ya me la espero.
Y no me equivoqué. El día que le dije que iba a coger mis merecidas y legales vacaciones casi le da un p´allá. Que si ahora justo con la cantidad de trabajo que hay que hacer, que si ella lo que quiere es gente comprometida y productiva, que si… En fin. No sé de qué me extrañaba. En una sociedad que va tan deprisa para todo, donde parece que tienes que sentirte culpable si no produces y vas agotada de aquí para allá sin parar. Y que conste que a mí me gustaba hacer bien mi trabajo, cumplir con mi horario, pero también necesitaba un descanso. Así que definitivamente me lo cogí. No pudo decirme que no, aunque poco le faltó. ¿Saben cuando el gesto de la cara no va acorde con las palabras? Pues así fue el retrato de ella. Un “pues bueno, cógelas” seco, frío, cortante y con una cara de perro (nada amigable) a la que ya estaba acostumbrada. Menos mal que el perro de mi hermana transmite otra aura acorde con su nombre: Brisa. No, si al final con todo iba a desarrollar habilidades para domar a fieras. Quién sabe lo que me pueden servir estas herramientas en un futuro y por dónde me pueden llevar, aunque como domadora de perros no me veo mucho. Y la verdad, preferiría haber tenido que aprenderlas por motivación, no por defensa propia.
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